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6.9.2013 | Fons documentals

La Muixeranga d’Algemesí segons Maximilià Thous

L’any 1934 al número 92 de “Valencia atracción” va escriure un article Maximilià Thous al qual parlava de la muixeranga d’Algemesí.

Esta revista va náixer l’any 1926 amb l’objectiu de fomentar el turisme i com que demà ja és 7 de setembre i comencen les festes de la Mare de Déu de la Salut hem pensat que vos agradaria llegir-lo!

 

LA “MUIXARANGA”

Por primera vez, que quizás no sea la última – y algún día ofreceré las razones, que aun no están en madurez para que las guste el público -, voy a escribir sobre mi propia gestión personal, antaño realizada silenciosamente.

Y a trueque de parecer petulante y vanidoso – porque nadie juzgue extraordinario mérito el que quiero otorgarme -, comienzo diciendo que he sido yo quien ha revitalizado la clásico Muixaranga, de Algemesí, y traídola a las anchurosas calles ciudadanas, saturadas de público que jamás contempló semejante exhibición de folklore valenciano.

Obedecía órdenes de don Juan Bort, Presidente de la Comisión Municipal de Ferias y Fiestas, de quien obtuve también el permiso para que la Cuca fera, de Morella, gracioso e inofensivo monstruo encerrado en la almenada villa, viniese a ver nuestras “fallas”.

Y fui yo quien indicó se simulase la torre del Kalendura, de Elche; aireé las Gaiates, arrumbadas en los desvanes municipales de Castellón; puse al trote los Caballets de Alcoy; hice “alardo” del Contrabando, de Onteniente…

Otrora mostré a nuestro buen público “festero” los cómicos Alcides, Porrots, de Silla; conseguí que volvieran a trenzar piruetas y jugar varillas los elegantes Tornejants, de Sueca; reanimé la rítmica Dança dels bastonets i de la planxa, de Algemesí…

Mucho antes, en el Estadio de la Exposición Regional, ya había reunido estas folklóricas notas, añadiendo la gracia italianesca de los Mariners y los Moros marinos, de Onteniente, y las solemnes, suntuosas Dançades de Xàtiva, que no desentonarían en los famosos aristocráticos jardines de Versalles.

Mucho después, ante millares de espectadores de todos los países del mundo, presentaba en el “Pueblo Español”, de Barcelona, la más nutrida y lujosa Xàquera vella que jamás vieron los vecinos de nuestra capital y reino; y en el paseo de la Exposición Internacional, bajo mi personal dirección, “reñíase” una Batalla de flores que no ha sido igualada todavía y quizás no haya quien la supere.

¿Pero no iba a hablar de la Muixeranga?. A ello voy. Perdonad la digresión, que no está de más. Yo sé por qué; y ya os divertiré contándooslo a su debido tiempo.

Mal escrita está la palabra miuxaranga. Pero así la pronuncia el pueblo. Moixiganga debiera decir. Y de su etimología, como de su fraternidad con la “mojiganga” castellana – “bojiganga” escribe Cervantes cuando narra la aventura de “Las Cortes de la Muerte”, al cruzarse Don Quijote con la carreta de Angulo, el Malo -, de su significado y de sus acepciones, Cotarelo y Clemencín os hablarán eruditamente.

Yo os digo que esta Muixaranga, de Algemesí, que ha erigido y abatido sus torres en nuestras calles ciudadanas durante las pasadas fiestas josefinas, no debe ser la misma que escribe el Barón de Alcahalí como una “danza pírrica” o “baile guerrero de corte patriarcal”. Aquí no llevan clavas ni lanzas ni simulan “toda clase de luchas y triunfos”.

Nuestra Muixaranga comenzó tal vez simulando el escalamiento de murallas. Los miuxarangueros – más atletas que danzantes – suelen ir provistos de hachas de viento, con las cuales, más que iluminar sus torres, molestan cuanto pueden y apagan sobre las ropas de un compañero, dejando la ropa encerada y chamuscada.

Para impedir estos y otros desmanes, las autoridades de Algemesí han ordenado más de una vez que los miuxarangueros lleven en sitio visible un número, una cifra que sirva para reconocerles a pesar del disfraz que les uniforma e imponerles el oportuno correctivo.

La Muixaranga, en su actual estado, no remonta su antigüedad más allá del siglo XVII. Esto por lo que respecta al espectáculo. La indumentaria, sin duda alguna, ha sufrido radicales cambios, más por conveniencia del ropero que por la voluntad de los “ejecutantes”, a quienes no preocupa gran cosa este detalle.